Del amor romántico al amor verdadero

Recuerdo a una amiga que, en un foro de compañeras feministas, mencionó algo sobre el amor verdadero[1]. Todas reímos, pues, como feministas, llevamos años intentando deconstruir la idea del amor como objetivo y mandato en nuestras vidas. Sin embargo, detrás de lo que decía Rocío, hay una idea de profundo sentido. ¿No es el amor algo por lo que merece la pena luchar, apostar, trabajar? ¿No es algo motivador, excitante, liberador e incluso saludable?

Las ideas que tenemos sobre el amor y las relaciones, metidas en vena desde que somos niñas y niños, son fuente de mucho malestar e incluso de enfermedad. Aunque no digo nada nuevo para quienes trabajamos el tema de la construcción social del género -feministas, transgresoras y revolucionarias-, sabemos que la idea del amor romántico es perjudicial para la salud. Por ello, desde un punto de vista terapéutico, mi labor requiere un fino análisis sobre el amor para poder distinguir las ideas falsas que lo rodean de aquello que sirve para generar cambios positivos en la vida de las personas.

Tal es así que considero que si bien el ideal del amor romántico nos hace sufrir, el amor verdadero nos hace sanar. El amor por una misma, por un proyecto, por nuestras amigas y amigos, por nuestra casa, por las redes afectivas y cooperativas, por la idea del bien común, incluso por alguna persona en concreto que nos hace sentir bien…

Entiendo que el amor es algo creativo y sanador y que es necesario ayudar a las personas que consultan a desarrollar estrategias para reconocerlo y alimentarlo. De hecho, un pilar del proceso terapéutico, suele ser la tarea de reaprender el amor y nuestra forma de amar.

Es obvio que hay que deconstruir la idea del amor romántico como mandato social, pues dirige en gran medida nuestras vidas, nuestra subjetividad, las relaciones que tenemos e incluso nuestra autoestima. Y, en su lugar, podemos revalorizar el amor verdadero, como fuente de bienestar, energía creadora y creativa, que puede servir de nutriente para amasar proyectos vitales sanos y con sentido. De esa manera no tenemos la obligación de estar en pareja, pues la realización personal se encamina hacia la participación en una red de afecto global.

Algunas diferencias entre los tipos de amor de los que hablo en el artículo:

Ideal de amor romántico Amor de verdad
Focalizado Expansivo
Destructivo Constructivo
Dependencia basada en la desigualdad Interdependencia
Perecedero Sin fecha de caducidad
Conservador Transformador
Consume energía Genera energía
  • El amor romántico es focalizado. El foco de nuestro amor, se centra en una persona, de manera consecutiva. Fruto de una idea patriarcal -y platónica- en el que las personas somos seres incompletos, el amor romántico nos dice que tenemos una media naranja por ahí, a la que debemos encontrar para que nos «salve» la vida. Así que tenemos que encontrarla y, si no, conformarnos con lo que venga, formar una pareja y permanecer en la fantasía de que así somos seres completos. Esto es así sobre todo si eres mujer, pues mujer sin pareja es sospechosa de tener una tara. La imagen de la solterona nos persigue cual fantasma que asoma a la puerta cuando pensamos dejar una relación que no nos satisface o que nos hace daño.
  • En el amor de verdad, el amor es expansivo. Se siente hacia una misma, hacia otros seres, personas, proyectos, ideas, objetos o hacia la naturaleza misma… Es decir, no se personifica en alguien. Es multifocal. Si bien se puede sentir hacia alguien concreto y ser una experiencia maravillosa, se expande también hacia otros muchos aspectos de la vida, como hacia la vida en sí misma. En lugar de estar centrado en algo o alguien, es una experiencia global.El amor romántico es destructivo. Corrompe la idea de autonomía, en el sentido de autorrealización y autosuficiencia. Pone límites a la autoafirmación, así como dice la canción,  «sin ti no soy nada«. Supone un veto a la propia identidad y al desarrollo personal, limitando así las potencialidades de las personas.
  • El amor verdadero es constructivo. Siempre es creativo, motivador, hace que se liberen nuestras inquietudes, y se desarrollen nuestras habilidades. Saca lo mejor de cada una. Se construyen redes afectivas, donde la creatividad y el buentrato fluyen, generando redes solidarias y de crecimiento colectivo. La conciencia del bien común se expande.

 

  • El amor romántico supone dependencia basada en la desigualdad. Las relaciones de dependencia entendidas como «dependo de ti y por eso hago lo que tú me digas» o «te necesito para vivir«, producen una relación de desigualdad, pues quedo a merced de los designios que determine el otro o la otra. Creer que se necesita una pareja para ser feliz, para vivir una vida plena, para sentirse bien es una ilusión dañina, pues la satisfacción real siempre está dentro de una misma. Esto nos obliga a responsabilizarnos de nuestro bienestar y esto supone una enorme carga. A menudo no podemos asumirla y preferimos pensar que será otra persona quien nos dará la dosis de felicidad que necesitamos para sobrevivir.
  • El amor de verdad, se basa en la interdependencia, pues tenemos relaciones de las que dependemos para crecer. Debemos reconocer esto como un valor, como un intercambio en el que, mientras reconozco mi individualidad y necesidades, reconozco también las de los demás y las cuido. Me tratas bien, yo te trato bien, nos cuidamos mutuamente. Es una relación bidireccional, sana, horizontal, donde el amor crece con la energía del intercambio. Me hago responsable de mi parte, de quererme para quererte bien, tú te haces responsable de la tuya. No tengo que ser otra para que me quieras…

 

  • El amor romántico, a fuerza de tener un final feliz, es perecedero. Las perdices se comen y luego ¿qué? Tener un final feliz es insostenible, en el sentido ecológico de la palabra. Tiene fecha de caducidad. Las relaciones desiguales perpetúan los roles de víctima y verdugo. A fuerza de tensar esa relación dialéctica, al final de rompen. No puedes desearme siempre y tenerme idealizada, pues soy real y no una media naranja.
  • El amor verdadero es imperecedero, pues no es físico ni material. Es una energía que se transforma. No depende de que yo lo sienta, si no que es algo que está ahí. Puedo favorecer canales para que fluya dentro y fuera de mi, puedo ser más o menos consciente de que está aquí, pero está. Transciende el cuerpo físico, pues es impersonal. Ni soy yo la protagonista del cuento, ni lo eres tú. Formamos parte de esa red de afecto, y puedo hacer que crezca y se fortalezca.

 

  • El amor romántico es conservador. Hace que las cosas se queden como estén, por ejemplo relaciones nefastas, que hacen daño, que no permiten a las personas crecer y desarrollarse. La pareja heterosexual como institución, base de esta sociedad, conlleva el mandato de formar una familia nuclear (padre, madre, hijo, hija…). Quienes no siguen ese mandato deben lidiar con presiones sociales de distinto calado para salir indemnes.
  • El amor de verdad es transformador. A través de una idea del amor universal, podemos transformar nuestras relaciones, nuestra manera de concebir la vida. Aquellas personas a quienes amamos, son lo mismo que tu. Amar a la vida, a la naturaleza, a las cosas que haces cada día, a proyectos creativos, al arte, a otras personas, hace que el entorno cambie. Y aunque parezca un anuncio, las cosas hechas con amor salen bien.

 

 

[1] Gracias Rocío.

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