
Ayer leí este brillante artículo publicado en Pikara Magazine sobre las despedidas que hacemos con la gente que es importante en nuestras vidas y su relación con la ética de los cuidados. Aborda un tema interesantísimo y que atraviesa todas nuestras relaciones, incluida la que tenemos con nosotras mismas. ¿Cómo nos despedimos de la gente que queremos?. ¿Cómo nos separamos de alguien que ha sido importante para nosotras cuando llega el momento?.
En general, las rupturas y despedidas no son sólo dolorosas sino que conllevan una enorme carga de sufrimiento. En una sociedad donde se romantiza el amor existe un enorme vacío sobre qué hacer cuando el amor termina. No se nos educa en que podemos separarnos desde el buentrato. No se concibe que una vez terminado el amor, una pareja pueda separarse tratándose bien, desde el cuidado y el amor mutuo, aunque ese amor se haya deteriorado.
Tenemos integrado que si yo ya no quiero estar en una relación, ésta tiene que explotar. Surgen las mentiras y los engaños, piadosas o no, van intoxicando la comunicación y el encuentro. Surgen las discusiones, los grandes enfados, los reproches. Los silencios. No hay nada mas violento en una relación que se está extinguiendo que el silencio. Creemos que si nos enfadamos, separarme me dolerá menos. Y esto es una fantasía.
La cultura del maltrato en la que vivimos nos legitima para dejar una relación desde el enfado frente a otras emociones peor vistas, como son la tristeza, el dolor o la nostalgia, más relacionadas con lo «femenino». El Enfado me facilita el irme sin dar explicaciones, dando la espalda a la tristeza y aquello que realmente estoy sintiendo. Puede haber enfado, pero ¿eso me ayuda a no tener que comunicarme desde la autenticidad y el afecto?. Si estoy enfadada ¿ya no puedo seguir queriendo?. Buscar las palabras para reconocer lo que siento e intentar expresárselo a la otra persona, con cuidado, con afecto es terminar cuidándome y cuidando esa relación. Quizá duele, pero el daño serán menor que sostener una larga agonía de desencuentros y suposiciones.
Podríamos hacer un ritual de despedida, hablar desde el corazón, agradecernos aquello que vivimos y aprendimos juntes. Sería una hermosa forma de cerrar una relación que fue importante, pero que ahora ya no es lo que necesito. Y sí, esto requiere de una gran valentía. El coraje de ponernos frente a lo que sentimos. ¿Podría hacerlo?
Otra cosa para la reflexión es que no siempre se pueden hacer las despedidas que queremos. Pueden habernos maltratado o la otra persona no estuvo disponible para despedirse bien. A veces hay que marcharse corriendo, sin mirar atrás y sin epitafios. Con un buen portazo.