Cuidar la salud emocional en el posparto

“Si tú estás bien tu bebe estará bien”. Las madres escuchamos esta frase muy a menudo, cuando nuestras criaturas están pasando un momento difícil emocionalmente, están inquietas o mostrando algún comportamiento poco habitual. Soy defensora de esta idea siempre y cuando no esté vacía de contenido pues cuando se dice de esta manera la madre puede sentirse culpable de que su bebé no esté “bien”. La relación entre lo que le pasa a la madre y lo que le pasa al bebé no es tan sencilla.

El/la bebé ha estado nueve meses dentro del vientre de la madre. Esta es una razón de peso para entender que todo lo que conoce el bebé, todo, es el cuerpo de la madre, por tanto cabe pensar que lo que le ocurre en ese cuerpo afecta también al bebé incluso meses después de su nacimiento. Que el medio ambiente natural del bebe es el cuerpo de la madre (Nils Bergman) es algo que las profesionales que trabajamos en el ámbito perinatal tenemos muy presente al abordar el vínculo entre la madre y el bebe.  Forman lo que llamamos una diada. Dos en uno, siendo dos en una unidad indivisible.

Por tanto, lo que le ocurre al bebé también lo vive la madre. Nos encontramos con un juego de identificaciones en el que la madre, al ser la adulta, debe desarrollar su intuición y dejarse guiar por ella. Tiene que aprender a estar en contacto con ella misma más que nunca para así poder acompañar a su bebé del modo adecuado para ambos. Recordar que sigue siendo ella, aunque ahora ha evolucionado, ha crecido, ha vuelto a nacer y se ha hecho más grande.

Cuando nace un bebe suceden cambios profundos en la mujer que ahora se convierte en madre, así como en la pareja y en la familia.

Con mucha frecuencia, estos cambios requieren de una capacidad de adaptación enorme, pues hay que desarrollar infinidad de recursos para acomodarse a esta nueva etapa, que es casi como una nueva vida.

Lo problemas afectivos o de salud mental son frecuentes en esta etapa conocida como puerperio, pues la sociedad en la que vivimos es antagónica a lo que acontece en ese momento vital. Es un momento para estar “adentro”, en el nido, construyendo vínculo, conociéndose, escuchándose. El ritmo vital es una un ritmo lento que se contrapone a los horarios y las prisas de fuera, aquellas que marca el sistema productivo capitalista en el que vivimos.  

Entonces, ¿Cómo hacemos para cuidarnos en este periodo? El ingrediente principal es la autoescucha. Preguntarnos cómo estamos, cómo está mi cuerpo qué es lo que necesito en ese momento, nos puede dar claves para acompañarnos en un proceso tan difícil como es la etapa del posparto. Para tener esa escucha, se requiere darse un tiempo aunque sean unos minutos en los que puedas pararte a respirar y a conectar con lo que sientes. A la hora del desayuno, en la ducha, en un momento en el que la bebé duerme…

En este periodo recibimos muchísima información, de internet, de los libros que compramos o nos dejan, de las amigas, de la familia, del personal sanitario… A veces esta información es contradictoria y nos produce un desosiego pues no sabemos qué hacer y a quien hacer caso. Por eso es tan importante la escucha interior. Esa es la única guía que nunca falla.

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